miércoles, 25 de marzo de 2009

La adicción desde el sujeto en juego


Se piensa en ocasiones al adicto como una persona que no quiere cambiar, y en ese caso el éxito terapéutico depende de la presión a la que se haya sometido por su familia e incluso su terapeuta. El hecho del consumo de drogas resulta de un modo independiente de la motivación de la persona adicta. Parece que la adicción así vista carece de motivaciones e intereses propios del individuo, y que lo único que debe perseguirse es el logro de la abstinencia a través de la pertinente desintoxicación (quiera o no quiera). La persona debe aceptar estos objetivos o adecuarse a ellos. En este caso sólo se logra un compromiso externo para dejar de consumir o se miente para encubrir y hacer desaparecer las presiones ambientales. El paciente se convierte en manipulador, mentiroso y no comprometido respecto las amenazas externas a las que está sometido. Cuando el consumo en sí es el problema de forma independiente del sujeto, conduce a la abstinencia como única meta o condición del tratamiento. Debe dejar de consumir para comenzar y mantener tratamiento. Esta exigencia supone una adicción sin motivaciones, sin una subjetividad en juego, donde sólo se atienden a los efectos de la droga. Unido a la falta de motivación intrínseca para rehabilitarse está la alta frecuencia de recaídas que lleva al planteamiento de utilizar tratamientos más restrictivos o menos permisivos. Supone un adicto frágil a su deseo de consumo por lo que es necesario una amenaza importante para evitar cualquier riesgo. Aquí también se sobrepone el concepto de consumo incontrolable, fuera del poder del sujeto. Se impone bajo esta premisa un terapeuta que exija o prohíba el consumo dado lo incontrolable de la droga y de la impotencia de su manejo por el paciente.

Otra visión se plantea la motivación y el compromiso como un proceso, con etapas, ambivalencias que son necesarios trabajar para lograr un compromiso efectivo con la meta de la terapia. El cambio aquí es un proceso con avances y retrocesos, que implica una preparación. No basta tener conciencia para que la persona tenga motivación al cambio, y no basta la motivación al cambio para que la persona realice un esfuerzo por cambiar o bien mantenerlo. No basta con que la persona toque fondo. Puede que la persona que está sufriendo producto de su adicción no comience la rehabilitación de manera inmediata. Tampoco que por saber todo lo que perdió o lo que puede perder implique que no pueda volver a recaer en la misma situación de consumo.

Tocar fondo no depende de cuánto se ha perdido sino sobre todo de factores motivacionales. Para empezar el cambio la persona debe sentirse motivada para intentarlo, si cree que intentarlo es mejor que mantenerse en el fondo. Tocar fondo alude aquí a una decisión de querer cambiar y no de la gravedad objetiva de las consecuencias del consumo. Se hace necesario orientar la psicoterapia desde las motivaciones de la persona adicta. El tratamiento existe porque el consumo trae consecuencias negativas para el sujeto; pero estas consecuencias están definidas no por criterios objetivos; son consecuencias negativas para las motivaciones y metas de la propia persona. Por lo tanto son las motivaciones de la persona las que nos orientan en la definición del problema. Si un tratamiento no se ubica desde el sufrimiento de la persona, pierde el sentido de su trabajo.
Resumido de "Principios de psicoterapia en adicciones" de Eduardo Caulier Lillo, Summa Psicológica UST, vol 4, nº1, 21-29
¿Cuando, cómo, dónde y quién, le dará una razón, un motivo, provocará una circunstancia, generará una situación para CAMBIAR?